La ansiedad es una emoción normal y sana que surge ante determinadas situaciones que evaluamos como amenazantes o estresantes. Desde un punto de vista adaptativo, nos permite hacer frente a dichas situaciones, movilizando recursos para poder afrontarlas de forma adecuada. Si bien se vive normalmente como algo desagradable, esta respuesta es necesaria para desenvolvernos en el mundo real.

El problema surge cuando la ansiedad que experimentamos es desmedida o se presenta de forma recurrente ante situaciones en las que no resulta oportuno experimentarla.

De esta forma podemos hablar de una ansiedad sana y adaptativa, y de otra más patológica. La ansiedad patológica la asociamos más cuando nos referimos a un trastorno de ansiedad concreto.

Trastornos de ansiedad

Son categorías diagnósticas que establecen un cuadro clínico en base a una serie de síntomas y condiciones.

Algunos de los trastornos de ansiedad más habituales son los que siguen:

  • Agorafobia
  • Trastorno de ansiedad generalizada
  • Trastorno de pánico
  • Fobia social
  • Fobias específicas
  • Trastorno de ansiedad por separación
  • Trastorno obsesivo-compulsivo
  • Trastorno por estrés postraumático

Síntomas propios de la ansiedad

A continuación, expondremos algunos de los síntomas y reacciones más o menos habituales relacionados con la ansiedad. Algunos de ellos se dan más concretamente en determinados trastornos de ansiedad, y otros se asocian de forma general con esta emoción.

Nerviosismo y agitación

Sentirnos intranquilos es un síntoma muy común de la ansiedad. A veces, relacionamos esta intranquilidad con problemas y preocupaciones concretos. Otras, sin embargo, nos sentimos inquietos y nerviosos sin más. En el primer caso, es probable que a menudo se trate de la ansiedad normal a la que nos referíamos anteriormente. La vida nos plantea continuas demandas y contratiempos, por lo que es habitual experimentar nerviosismo. Si los problemas son muy numerosos o no se solucionan en un transcurso de tiempo, estaremos sometidos de forma prolongada a esta ansiedad, de tal forma que terminará ocasionando un perjuicio a nivel emocional y físico. En ocasiones una ansiedad que consideraríamos en principio normal, podría terminar resultando patológica.

Algunas personas exteriorizan más su agitación y otras menos, ya que tienden a reprimir esta manifestación de la ansiedad. Estas personas refieren a menudo estar nerviosas a pesar de aparentar tranquilidad.

El nerviosismo tiene que ver con los efectos físicos de la ansiedad. La descarga de hormonas de estrés en el torrente sanguíneo provoca un aumento de la frecuencia respiratoria y del ritmo cardiaco. Esto se debe a la activación del sistema nervioso simpático. Cuando la amenaza es real y presente, nos permite hacerle frente o gestionarla de forma adecuada.

De esta forma, el nerviosismo y la agitación que se tienden a asociar con los trastornos de ansiedad, no responden a menudo a un temor justificado o presente. También se experimentan de forma prolongada en el tiempo y especialmente intensa.

 

Preocupación excesiva y persistente

Las preocupaciones son pensamientos que nos rondan la cabeza. Como ideas intrusivas que nos asaltan la mente. Podríamos decir que parten de un malestar pero también pueden exacerbarlo a su vez. Las personas con tendencia a darle demasiadas vueltas a las cosas o excesivamente negativas y pesimistas, padecerán con más frecuencia de estas preocupaciones.

En los distintos trastornos de ansiedad encontramos preocupaciones que tienen que ver con la propia naturaleza del trastorno. Así, en la fobia social, por ejemplo, el sujeto experimentará con frecuencia pensamientos relacionados con ser evaluado de forma negativa por parte de los demás. Las preocupaciones del agorafóbico a menudo giran en torno a sufrir un ataque de ansiedad en la calle o en un sitio cerrado, etc.

Aquí también tenemos que considerar la frecuencia y la intensidad con la que se presentan las preocupaciones y si son fundadas o no. En los trastornos de ansiedad vemos a menudo que las preocupaciones son desmedidas, irreales o no se asocian directamente con una situación o estímulo concretos.

En el trastorno de pánico, cuando la persona está experimentando un ataque de pánico o crisis de angustia, suele aparecer un temor intenso a morir, perder el control o enloquecer.

 

Dificultades para respirar y respiración acelerada

Este síntoma también se conoce como disnea. Cuando la ansiedad es muy intensa, como ocurre en algunos trastornos de ansiedad, la persona a menudo sufre una sensación de ahogo.

La disnea causada por la ansiedad es de una naturaleza diferente a la provocada por algunas condiciones médicas o por haber realizado un ejercicio intenso.

Las personas que padecen esta dificultad para respirar refieren con frecuencia experimentar como una opresión en el pecho o la garganta.

La respiración acelerada se conoce como hiperventilación. Al hiperventilar se produce una alteración de los niveles de oxígeno y dióxido de carbono en sangre, lo que dará lugar a otros síntomas de ansiedad.

 

Sudoración, rubor y sequedad en la boca

Son otros síntomas quizás menos intensos de la ansiedad. A algunas personas que son especialmente emotivas tienden a sudarles las manos en exceso. Otras se ruborizan o sonrojan. En ambos casos, a menudo estas manifestaciones hacen que la persona se ponga aún más nerviosa, pues evidencian su nerviosismo frente a los demás.

La ansiedad también interfiere con que las glándulas salivares realicen su función de forma adecuada, lo que se traduce en una deshidratación de la boca.

 

Fatiga y tensión muscular

A menudo tensamos la musculatura de forma inconsciente y automática cuando estamos estresados. Esto seguramente forma parte de la respuesta hormonal de la ansiedad que nos prepara para una acción concreta. A su vez, tener los músculos tensionados, puede aumentar la actividad simpática del sistema nervioso autónomo. Cuando esta tensión se prolonga en el tiempo, puede producir contracturas y dolores musculares.

La tensión muscular también puede llevar a la fatiga y al cansancio. Sentirnos fatigados puede deberse también al consumo de recursos físicos que produce la ansiedad. Tras el ataque de pánico, propio del trastorno de pánico o angustia, hay personas que manifiestan sentirse agotadas. En el trastorno de ansiedad generalizada encontramos a menudo fatiga o cansancio crónicos.

También el insomnio y la mala calidad del sueño presentes en muchos trastornos de ansiedad podrían explicar el agotamiento.

 

Problemas de concentración y memoria

Al igual que sucede en los trastornos afectivos, como la depresión, los trastornos de ansiedad también pueden llevar aparejadas ciertas dificultades de concentración.

Tener la mente absorta en preocupaciones y pensamientos negativos dificulta mantener el foco de nuestra atención en algo concreto e interfiere con los procesos de memorización.

 

Sufrir palpitaciones y taquicardias

La ansiedad puede provocar que el corazón lata con más fuerza de la habitual (palpitación) y a un ritmo mucho más rápido (taquicardia). Por esto conviene descartar que estas manifestaciones estén producidas por estrés y no por alguna otra circunstancia, como una condición médica o consumo de sustancias.

 

Mareos, náuseas o visión borrosa

La sensación de mareo o vértigo se asocia con síntomas más severos de ansiedad. Parece que está causada por la hiperventilación (respiración acelerada). Al respirar mucho más rápido de lo normal, se produce un aumento del oxígeno en sangre, lo que produciría a su vez la molesta sensación de mareo.

La respuesta hormonal de la ansiedad interfiere con las funciones del estómago, ya que el aporte de sangre es desviado a otras partes del cuerpo, donde se requiere para hacer frente a la amenaza. Esto provoca a menudo molestias estomacales, así como náuseas.

Ver borroso es otra manifestación somática de la ansiedad. Este efecto podría estar causado por la propia adrenalina (hormona de estrés), que aparte de los efectos mencionados anteriormente, también produce una dilatación de las pupilas. También puede afectar a la visión el aumento de la presión arterial que experimenta la persona durante un ataque de ansiedad.

 

Evitación de las situaciones temidas

A menudo, las personas que padecen ansiedad tienden a evitar distintos contextos y situaciones relacionados con la propia ansiedad. Por ejemplo, en el caso de las fobias específicas se suele evitar el estímulo fóbico (la altura, los perros, volar, conducir, etc.). En la agorafobia, sin embargo, los miedos se generalizan mucho más y el sujeto teme sufrir un ataque de ansiedad en diversos tipos de situaciones (sitios públicos, medios de transporte, etc.). Por este motivo, muchas personas con cuadros severos de agorafobia terminan por limitar el espacio a su propia casa.

Por lógica, evitar estímulos que nos producen ansiedad se traducirá en permanecer más tranquilos o durante más tiempo, moviéndonos únicamente dentro de aquellos límites que consideramos seguros. Esto puede ser cierto a corto plazo, pero a medio y largo plazo, la evitación provocará que los miedos se fijen más, por lo que termina resultando contraproducente.

 

Obsesiones

Es hasta cierto punto razonable el que algo que nos preocupa termine convirtiéndose en una obsesión. Dentro de los trastornos de ansiedad encontramos propiamente el trastorno obsesivo-compulsivo.

Como exponíamos anteriormente, las preocupaciones (persistentes e intensas) son un síntoma habitual de la ansiedad. Si bien se asocia normalmente a la preocupación con el pensamiento y las ideas, Las obsesiones pueden ser además de naturaleza distinta (imágenes, impulsos, malestar).

En el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) parece ser la propia obsesión la que genera ansiedad. Este malestar lleva a la persona a menudo a realizar compulsiones, que son conductas (observables o no) dirigidas a tratar de atenuar el malestar que genera la obsesión. Por ejemplo, una persona con miedo a los gérmenes (obsesión) se lavará las manos con frecuencia para tratar de hacer frente a esta preocupación (compulsión).

A pesar de que los sujetos experimentan cierto alivio tras realizar las compulsiones, lo cierto es que a medio y largo plazo termina resultando contraproducente, pues se retroalimenta más esta dinámica obsesivo-compulsiva.

Al margen del trastorno obsesivo-compulsivo, es muy habitual encontrar obsesiones en personas que padecen ansiedad, sin llegar a reunir criterios diagnósticos para ser encuadrados dentro de una categoría de TOC.

 

Somatizaciones

Otra reacción habitual de la ansiedad es la somatización. Esto ocurre cuando un problema emocional se traduce en manifestaciones físicas u orgánicas. Es habitual que muchas personas que experimentan ansiedad, acudan a la consulta mostrando síntomas que en principio no se asocian con la propia ansiedad y sí con cuadros médicos. Tras realizar las pruebas oportunas y descartar posibles causas médicas, se contempla que el cuadro pueda estar producido por problemas emocionales.

No se conocen bien a día de hoy los mecanismos por los que se producen las somatizaciones. Para empezar, son reacciones totalmente involuntarias e inconscientes. Por otro lado, si bien en los trastornos de ansiedad se dan unas somatizaciones más frecuentemente que otras, encontramos una enorme variación de unos sujetos a otros.

Algunas de las reacciones de tipo psicosomático más habituales son las siguientes:

  • Cansancio
  • Dolores (musculares, cefaleas, migrañas).
  • Problemas sexuales (impotencia, dispareunia).
  • Problemas gastrointestinales (úlcera péptica, colon irritable).
  • Problemas de tipo dermatológico.
  • Asma bronquial
  • Enfermedades cardiovasculares
  • Insomnio

Si tienes síntomas síntomas similares a los que mencionamos en este artículo, lo mejor es que acudas al psicólogo y que recibas un diagnóstico y un tratamiento adecuados.