Ante una rabieta infantil es imprescindible que para gestionarla correctamente primero entendamos el motivo por el cuál nuestros hijos actúan de ese modo y que mantengamos la calma, a pesar de que nos urja poner fin a la situación.
Las rabietas infantiles de nuestros hijos suelen comenzar en torno a los dos años de edad, momento en que nuestros pequeños comienzan a ser independientes. Aparecen en situaciones en las que se les da una negativa ante algo, se les pida que hagan una cosa que en ese momento no les interesa… Pero su aparición también puede estar relacionada con un deseo del niño por demandar atención de sus padres.
Lo primero que debemos tener claro es lo que NO se debe hacer:
- No podemos ceder ante sus deseos, ya que de hacerlo el niño va a interiorizar que gracias a la rabieta ha conseguido su objetivo, y por tanto utilizara las “pataletas” como recursos para conseguir sus deseos.
- Debemos de actuar como si no pasara nada, si nos alteramos o por el contrario nos reímos ante la situación, sólo conseguimos que el niño se sienta atendido y por tanto estaremos reforzando esa conducta.
- Para gestionar la rabieta ante todo lo que tenemos que priorizar es la seguridad del niño, si observamos que se puede hacer daño con algún objeto que tenga en sus manos o que está próximo a algún peligro, retiraremos el objeto o a él del lugar.
- Es importante que el niño entienda que hasta que no esté calmado no recibirá nuestras atenciones, por lo que se lo haremos saber mediante una frase corta y concisa. “Cuando te calme, te atiendo”, “cuando estés calmado te haré caso”…
- Una vez el niño está tranquilo, reforzaremos esa conducta mediante nuestras atenciones.
- No reforzando las rabietas, y por el contrario, brindando nuestra atención cuando los niños están calmados, lograremos que comprendan que mediante rabietas no van a conseguir sus objetivos.
De este modo, y con paciencia, lograremos que vayan disminuyendo en frecuencia e intensidad.