Si eres de las personas que se sonroja a la primera de cambio, has caído en el lugar adecuado. A continuación se darán unas pautas para evitar ponerse rojo.
Muchas personas piensan que se trata de un mal menor, pero las que lo sufren, no están del todo de acuerdo. Se trata de una sensación de humillación que ocurre una y otra vez y que en muchos casos, lejos de reducirse con el tiempo, empeora por el propio miedo a que vuelva a suceder.
En primer lugar centrémonos, aclaremos bien de qué estamos hablando: del rubor facial patológico.
Es decir, no debemos confundir el sonrojamiento que ocurre en cara, cuello e incluso orejas al sentir una cierta vergüenza o vernos involucrados en una situación incómoda, dada que esa es la respuesta que se espera en esos casos.
De lo que hablamos es de un trastorno de origen biológico que puede curarse mediante un tratamiento o con cirugía. Se trata de ponerse rojo ante una mínima interacción con otra persona y de experimentar además un bloqueo mental que impida reaccionar como es natural, pudiendo conducir a la persona a una clara limitación social hasta incluso a una depresión.
Como no se puede controlar voluntariamente, en muchas ocasiones, la situación empeora por el miedo o la fobia a ponerse rojo, hecho conocido como ereutofobia. Este sonrojamiento exacerbado ocurre por una hiperreactividad del sistema nervioso simpático, es decir que se activa ante el más mínimo estímulo.
Por otra parte tampoco debemos confundir esto con un enrojecimiento casi constante derivado de patologías como puede ser la rosácea, afección cutánea que presenta un elevado porcentaje de la sociedad y que nada tiene que ver con lo que aquí estamos tratando.
Debemos acudir a un dermatólogo para evaluar si el enrojecimiento se trata de rubor facial patológico y descartar otro tipo de afecciones. El diagnóstico se compone de una valoración tanto dermatológica como psicológica.
Aunque para evitar ponerse rojo debido al rubor facial patológico se pueden emprender tres caminos diferentes de tratamiento: usar fármacos, someterse a psicoterapia cognitivo-conductual o en casos extremos, recurrir a la cirugía.
Si se trata de un caso severo, la cirugía tiene una tasa de éxito muy elevada, de un 80%. Si no se quiere pasar por quirófano o la afección no es tan importante existen tratamientos de radiofrecuencia percutánea que también dan buenos resultados.
Hay casos en los que es necesario recurrir a varias líneas de tratamiento conjunto.
En vista de lo comentado, sea cual sea su caso, resulta imprescindible ponerse en manos de profesionales para el correcto diagnóstico y tratamiento.